- ¡Érase una vez una mujer pegada a una mirilla! - bueno, en
realidad no lo dijo así, sus palabras más bien fueron: -¡Aparta de la puerta,
joé, que me voy al bar a ver el fútbol.- mientras se ponía la chaqueta y se
encasquetaba la boina . Y es que mi Lolo es tan rústico. Ese vocabulario de hombre
de campo fue lo que me enamoro de él.
Me esperaba una guardia difícil, La Vasca me pidió ayuda con
un tema delicado: le estaban desapareciendo productos de limpieza, trapos y
cualquier cosa que dejara en la portería. A veces me pregunto por qué elegí
este tipo de vida, algunos llamarán cotilla, pero yo me siento como una
misionera: vivo por y para los demás. Espiar es para mí como la copla para la
Pantoja, llamadlo don, duende o como queráis, pero somos privilegiadas.
Me dirigía a la ventana de la cocina a echar un vistazo al
edificio, desde allí con la luz apagada tengo una visión total, sin riesgo de
ser descubierta. De repente escuché algo raro, Chavelita estaba conmigo, por lo
que ella no podía ser. Además, es igual de silenciosa que yo, la jodía. Agudicé
mis sentidos y fruncí el ceño, consiguiendo así identificar que los sonidos
venían del baño pequeño, aun así mi oído solo alcanzaba a escuchar susurros. Me
acerque y empleé una de mis más sofisticadas técnicas de espionaje: pegar la
oreja a la puerta. Gracias a mi destreza escuche con claridad: ¡Tania ya, se,
ah, Tania ya, seee, ha! – ¡Tierra trágame y llévate de paso a Julián Muñoz!
Ahora había dos incógnitas, ¿quién era Tania y que hacia robándole la inocencia
a mi hijo?
Me dije a mi misma: “Hay cosas que una madre no debería ver,
pero tampoco consentir”, así que me armé de valor, pegué un empujón a la puerta
y el resto de recuerdos están borrosos, salvo que él me miro con esa cara de
bobo que tiene y me dijo– ¡Que dices vieja, que no me estoy tocando!, se ve qué
si dices tres veces frente al espejo Satanás aparece el demonio, y yo he dicho
pues puestos a probar digo Tania Llasera y al menos que se me aparezca ella,
que está toda buena, ¿no?- Se llevó tal colleja, que no creo que vuelva a creer
en leyendas urbanas, ni molestar a su madre cuando está ocupada.
Una vez solucionado este pequeño percance interno, continué
con mi guardia.
La Vasca estaba tan
preocupada, que la desesperación la llevó a poner un cartel dónde se leía:
“Como encuentre a la mamarracha que me roba los trapos, le parto las piernas. Primer
aviso”.
Al leerlo le dije: -
Vasca, ¿a quién le vas a partir tú las piernas si vas todo el día “tajá”? – ¡Ay nena! Me ha obligado a escribirlo
mi hijo que dice que siempre se ríen de mí.- Eso me tocó la fibra: - ¡Por encima de mi
cadáver! ¡De ti no se ríe nadie mientras YO tenga un ojo puesto en este
edificio! Tranquila, amiga, que yo descubro quien te anda robando los trapos
como que me llamo…¡¡¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!
¡¡¡Coño con el camión de los cojones!!!
Y volviendo a mi misión, allí me encontraba intentando
averiguar quién era el responsable de las jaquecas de mi Vasca, sabiendo que
esta vez el responsable no era el vino.
A oscuras en mi cocina vislumbré a Rosarillo, sus 80 kilos
se habían convertido en 90 al no poder moverse de la silla y a su madre le
habían caído 20 años encima: la que nace
desgraciada muere desgraciada, pobrecillas mañana les llevaré bombones.
Justo apareció Engracia, con una camiseta de la selección
española de fútbol, venia cantando el himno y unos chicos jóvenes tras ella la animaban y
se reían. Entro en la portería, saludó a la lisiada y a la momia y se
enzarzaron en una conversación trivial de unos cinco minutos, tras la que
desaparecieron entre bambalinas hacia sus respectivos recovecos.
-¡Que me tiroooo! ¡Que me tiiiiroooooo! –Tal grito consiguió que apartara la mirada de la
portería. Se trataba de Nieves. El Greñas intentaba tranquilizarla cual politoxicómano
clamando algo de metadona: -Nieves, nena, no te tires, por favor, yo no te dejo
sola, de verdad, que estoy aquí contigo.
Solo conseguí entender eso, ya que las escuchas a un bloque
de 15 metros de distancia, se hacen bastante difíciles. Empecé a desesperar
hasta que vi una imagen que fue como si la mismísima Virgen se me hubiera
revelado, ¡¡¡Las dos lesbianas del segundo estaban con el culo en pompa
agachadas, utilizando mi técnica maestra de pegar la oreja al suelo!!! Las
bolleras eran de mi gremio, que sorpresa, que listas las jodías, la felicidad
invadió mi cuerpo. ¡Lo bien que me han caído a mí siempre las chicas estas, oye! Mañana las
invitaré a tomar unos bollitos, espero que no se ofendan.