domingo, 16 de diciembre de 2012

Capítulo 4


- ¡Érase una vez una mujer pegada a una mirilla! - bueno, en realidad no lo dijo así, sus palabras más bien fueron: -¡Aparta de la puerta, joé, que me voy al bar a ver el fútbol.- mientras se ponía la chaqueta y se encasquetaba la boina . Y es que mi Lolo es tan rústico. Ese vocabulario de hombre de campo fue lo que me enamoro de él.
Me esperaba una guardia difícil, La Vasca me pidió ayuda con un tema delicado: le estaban desapareciendo productos de limpieza, trapos y cualquier cosa que dejara en la portería. A veces me pregunto por qué elegí este tipo de vida, algunos llamarán cotilla, pero yo me siento como una misionera: vivo por y para los demás.  Espiar es para mí como la copla para la Pantoja, llamadlo don, duende o como queráis, pero somos privilegiadas.
Me dirigía a la  ventana de la cocina a echar un vistazo al edificio, desde allí con la luz apagada tengo una visión total, sin riesgo de ser descubierta. De repente escuché algo raro, Chavelita estaba conmigo, por lo que ella no podía ser. Además, es igual de silenciosa que yo, la jodía. Agudicé mis sentidos y fruncí el ceño, consiguiendo así identificar que los sonidos venían del baño pequeño, aun así mi oído solo alcanzaba a escuchar susurros. Me acerque y empleé una de mis más sofisticadas técnicas de espionaje: pegar la oreja a la puerta. Gracias a mi destreza escuche con claridad: ¡Tania ya, se, ah, Tania ya, seee, ha! – ¡Tierra trágame y llévate de paso a Julián Muñoz! Ahora había dos incógnitas, ¿quién era Tania y que hacia robándole la inocencia a mi hijo?
Me dije a mi misma: “Hay cosas que una madre no debería ver, pero tampoco consentir”, así que me armé de valor, pegué un empujón a la puerta y el resto de recuerdos están borrosos, salvo que él me miro con esa cara de bobo que tiene y me dijo– ¡Que dices vieja, que no me estoy tocando!, se ve qué si dices tres veces frente al espejo Satanás aparece el demonio, y yo he dicho pues puestos a probar digo Tania Llasera y al menos que se me aparezca ella, que está toda buena, ¿no?- Se llevó tal colleja, que no creo que vuelva a creer en leyendas urbanas, ni molestar a su madre cuando está ocupada.
Una vez solucionado este pequeño percance interno, continué con mi guardia.
 La Vasca estaba tan preocupada, que la desesperación la llevó a poner un cartel dónde se leía: “Como encuentre a la mamarracha que me roba los trapos, le parto las piernas. Primer aviso”.
 Al leerlo le dije: - Vasca, ¿a quién le vas a partir tú las piernas si vas todo el día “tajá”?               – ¡Ay nena! Me ha obligado a escribirlo mi hijo que dice que siempre se ríen de mí.-  Eso me tocó la fibra: - ¡Por encima de mi cadáver! ¡De ti no se ríe nadie mientras YO tenga un ojo puesto en este edificio! Tranquila, amiga, que yo descubro quien te anda robando los trapos como que me llamo…¡¡¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! ¡¡¡Coño con el camión de los cojones!!!
Y volviendo a mi misión, allí me encontraba intentando averiguar quién era el responsable de las jaquecas de mi Vasca, sabiendo que esta vez el responsable no era el vino.
A oscuras en mi cocina vislumbré a Rosarillo, sus 80 kilos se habían convertido en 90 al no poder moverse de la silla y a su madre le habían caído 20 años encima:  la que nace desgraciada muere desgraciada, pobrecillas mañana les llevaré bombones.
Justo apareció Engracia, con una camiseta de la selección española de fútbol, venia cantando el himno  y unos chicos jóvenes tras ella la animaban y se reían. Entro en la portería, saludó a la lisiada y a la momia y se enzarzaron en una conversación trivial de unos cinco minutos, tras la que desaparecieron entre bambalinas hacia sus respectivos recovecos.
-¡Que me tiroooo! ¡Que me tiiiiroooooo! –Tal  grito consiguió que apartara la mirada de la portería. Se trataba de Nieves. El Greñas intentaba tranquilizarla cual politoxicómano clamando algo de metadona: -Nieves, nena, no te tires, por favor, yo no te dejo sola, de verdad, que estoy aquí contigo.
Solo conseguí entender eso, ya que las escuchas a un bloque de 15 metros de distancia, se hacen bastante difíciles. Empecé a desesperar hasta que vi una imagen que fue como si la mismísima Virgen se me hubiera revelado, ¡¡¡Las dos lesbianas del segundo estaban con el culo en pompa agachadas, utilizando mi técnica maestra de pegar la oreja al suelo!!! Las bolleras eran de mi gremio, que sorpresa, que listas las jodías, la felicidad invadió mi cuerpo. ¡Lo bien que me han caído a mí  siempre las chicas estas, oye! Mañana las invitaré a tomar unos bollitos, espero que no se ofendan.


jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 3


El domingo pasado, Engracia me lió para que fuéramos a una misa oficiada por unas monjas de clausura amigas suyas, para rezar por el alma de nuestra pobre Rosarillo. No es que yo sea creyente la verdad, pero total que una cosa llevó a la otra y me vi ahí, en misa y sin repicar.

Y empezó la función: las monjitas cantaban algo así como “Yo soy tu esclava señor, señor soy tu esclava”, letra probablemente escrita por una fan de Nacho Vidal, porque si alguien cree que esa letra es adecuada para una misa, que me perdone por mi falta de tacto musical.

martes, 20 de noviembre de 2012

Capítulo 2



Eran más o menos las 7:50 am, acababa de volver a casa de mi rutinario paseo con Chavelita. Procedía entonces a prepararme un bocadillito de tortilla de choped, para reponer fuerzas después del desayuno cuando de repente, sin previo aviso, escuché un ruido. Mis sentidos chulísticos se activaron, la piel se me erizó, los músculos empezaron a tensarse y salí disparada como una bala a la terraza, este ruido merecía una entrada triunfal, nada de esconderme tras las cortinas.

Cuando sentí el primer flash y los focos iluminándome, no pude evitar decir:                       

martes, 13 de noviembre de 2012

Capítulo 1

Hola soy La Chula, que no es que en mi DNI ponga “La Chula García”, pero para ser alguien importante en la vida he visto que es imprescindible tener un nombre artístico. Que mis padres me llamaron Pepa Flores: ¡Ala! Pues yo me llamo Marisol, que los míos me llamaron Stefani Joanne Angelina Germanotta ¡que mis fans me llamen Lady Gaga! Pues a mí los míos, que me llamen La Chula.
Yo no veo la tele, ni falta que me hace… Todo lo que tengo que saber lo sé por el Twitter, el Facebook (que todo sea dicho, no lo pronuncio igual de bien que lo escribo) y calla, calla… ¡el edificio de enfrente!

Es mejor que cualquier telenovela de esas que se ve la Vasca (luego os la presento). Me he creado un kit de la felicidad: el CD de mi Pantoja, mi Blackberry, los prismáticos de mi marido, una bolsa de patatas fritas y la Chabelita sentada entre las piernas, no necesito más. Espiar a esa gente entre cortinas, desde mi sillón de orejas, eso a mí me da la vida.
Y es que ese edificio tiene algo especial. Ese desquicie, esa manera de hablarse y de no hablarse los unos a los otro, ese trajín, es como estar mirando el programa del corazón que toda ama de casa querría que emitieran.

En mi primer post no os quiero contar mucho pero sí os quiero hablar de “la Vasca” que es la portera de enfrente, la que viene siendo mi brazo derecho, más bien dicho mi ojo/oído derecho. Somos como Sherlock Holmes y Watson, como Batman y Robin, como la Pantoja y Julián Muñoz (bueno, no, ahora ya no), vamos: uña y carne luchando para conseguir la exclusiva.
Tendrá unos cincuenta y tantos; vive en la portería, está separada y tiene un hijo que, pobrecito, es gay. 
Los horarios laborales oficiales de la Vasca son de 8,00 a 13,00 con una hora para comer y luego de 14,00 a 20,00. El resto del tiempo lo pasa en mi casa o dándole al alpiste. Sí, mi Watson tiene un problema con la bebida, pero la queremos igual. Además esto no le impide hacer bien su trabajo: la portería no sé cómo la tendrá, pero a mí el informe de cotilleos del día me lo tiene sobre la mesa a en punto.
No importa si va borracha o no, ella se entera de todo, a veces no sé si la información es del todo exacta, pero para eso ya tengo yo mis medios de confirmación. Me recuerda un poco a “La Leyenda del luchador borracho”, esa peli tan mala de Jackie Chan.

A veces me da pena, los vecinos suelen meterse con ella y por muy basta que sea no sabe defenderse y se pasa el día llorándome en el hombro. Soy su pañuelo de lágrimas. La semana pasada me vino diciendo que un vecino le gritó “En este edificio sólo hay cotillas, putas y maricones”. Tendré que ahondar más en el caso para enterarme de que vecino era el que había hecho llorar a mi bienhechora. Seguro que es el borracho del 4º.